Marilinda Guerrero
Actualmente dentista, también
es una escritora guatemalteca muy talentosa que se relaciona e identifica con
la lectura infantil, ha trabajado con bibliotecas de calle y busca incentivar la
lectura en niños y la producción y creatividad, a través de talleres de monstruos,
cuentos y más.
Marilinda cuenta como ha
buscado la manera de alzar su voz en lugares alejados en donde pueda ayudar a
niños que no tienen la misma posibilidad que otros para mostrar el gran mundo
de la lectura. Durante la visita de la escritura se conecto un poco con sus
obras y cuentos. Tuvimos la oportunidad de escucharla leer algunos y se hablo
un poco sobre el trasfondo de esas mismas obras. Al hablar de los cuentos se concluyó
que tienen relación con lo que es la familia y que, aunque no todo es de peso autobiográfico
si tienen el propósito de marcar en esa área de la vida, lo familiar y sentimental.
Uno de sus cuentos es el
siguiente:
Los
viajes de mi padre
Mi papá se perdió entre la terminal 2 y la 5.
Llamaron los de la funeraria para avisar que lograron localizar su cuerpo en
Estambul. En la nota que dejó en el refrigerador decía fui a visitar unos
amigos a México. Había decidido volver a buscarlo años después de la feria del
pueblo. Entonces tenía veinte años y me fui con la decisión de no volver.
Recuerdo verlo a lo lejos, montado sobre el caballo, galanteando su animal. Di
la vuelta, fui a casa, tomé mis maletas y me largué de ese lugar. Hay paisajes
y monotonías que crees haber olvidado hasta que te encuentras con ellas de
nuevo y te das cuenta que nunca se fueron, que aún tienen esa sensación de
cercanía, de familiaridad. Entré al apartamento de mi papá y volví a sentir ese
olor a formol. La pulcritud del lugar, el orden, los mismos libros en el
anaquel de la sala. El silencio zumbó en mi oído. Llegué a la cocina y vi la
nota sobre el refrigerador. Meses después de mi visita fallida, llamaron a
casa. Era la funeraria que llamaba para notificar la desaparición del cuerpo de
mi padre. Cuando escuché la noticia, imaginé a mi papá rígido, negro,
deshidratado, viendo fijo a mis ojos. Al parecer, lo atropellaron en una
carretera poco transitada, su cuerpo fue movido a un lado y estuvo varios días
bajo el sol hasta que avisaron a las autoridades. En la morgue rehidrataron su
cuerpo y tomaron sus huellas digitales. Vieron que era un foráneo con seguro de
vida en el extranjero. Lo guardaron en un refrigerador mientras llegaba el
representante de la agencia a constatar que fuera el asegurado. Tomó una
fotografía y verificaron en la computadora que se trataba de él. La cláusula de
mi padre pedía el embalsamamiento, funeral y repatriación. No sé cuánto habrá
pagado mi padre por eso y por qué razón. El embalsamamiento no lo realizaron
porque estaba rehidratado, solamente lo maquillaron e hicieron un pequeño
funeral. Sin embargo, debido al incidente de la pérdida del cuerpo y el retraso
en la entrega, no aseguraban su condición y pedían disculpas por lo sucedido.
Me pidieron que fuera al siguiente día a la agencia del seguro para firmar unos
papeles, la funeraria necesitaba la certeza de no realizar el papeleo por
gusto. Al colgar el teléfono seguía viendo a mi padre, no negro y deshidratado,
sino gordo y con la vista fija en mis ojos. Llegué el día acordado a la
funeraria y me avisaron que mi papá se había perdido entre la terminal 2 y 5 y
que estaba en Estambul. Al parecer su cuerpo decidió viajar, algo que nunca
había hecho en vida. Traer a mi papá iba a tardar unos días más, pero luego
llamaron para avisar que por un error en los papeleos ahora estaba en Nueva
York. Recuerdo que él siempre quiso conocer la Estatua de la Libertad, y lo
imaginé en su ataúd visitando el Empire State. Todavía no ha venido mi padre, y
los de la funeraria ya no contestan mis llamadas. Al parecer, decidió viajar
ahora muerto y pues estoy feliz por él. Ahora veo a mi padre viajando,
saludándome con una sonrisa, solo espero que logre conocer muchos sitios antes
que se lo coman los gusanos
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